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martes, enero 31, 2006

Pentamanías

Mi admirado y desconocido MiguelNR, desde su espacio de debate, reflexión y actualidad, AHÍ LO VAMOS, me invita a que haga públicas mis cinco manías a través de un post. La idea me parece enormemente creativa por lo que, antes de nada, me permito felicitar a los inventores de tamaña tarea y, sin más dilación, paso a exponer mi particular pentamanía.
La doblez del periódico
Asíduo lector de El País, cuando tengo el periódico en mis manos y, una vez leidos los titulares, viene la acción de doblar cuidadosamente las páginas para comenzar una lectura detenida. Es primordial que la primera doblez, que servirá de guía a las sucesivas, se haga pormenorizadamente bien, de lo contrario, seré incapaz de leer el periódico. Enemigo de prestar la prensa a nadie, sin aún no la he leido, también me resulta insoportable ver que otras personas pasan las páginas de manera descuidada.
Sentarme y observar
Otra de mis manías consiste en sentarme en el banco de algún parque y detenerme a observar los gestos de las personas. Manantial de anécdotas, suelo registrar en algún cuaderno de notas cualquier apreciación, por pequeña que sea, dado que ello puede dar pie al esbozo de algunas líneas, posteriormente.
Magdalenas duras
Aunque reconozco que esta confesión me resulta un poco sonrojante, he de decir que, no sé por qué extraña razón o ensamblaje neuronal, me gusta reservar algunas magdalenas para que se endurezcan y, posteriormente, comérmelas, ya que encuentro en esa rara operación un sabor distinto que me place en disfrutar de vez en cuando. Me imagino que con esta acción estaré en extremada minoría, pero no por ello voy a desistir, como digo, de semejante manjar cada equis tiempo.
La pluma y la escritura
Pese al avance de la técnica y utilizar diariamente el correo electrónico por diversos y variados motivos, al escribir artículos o notas para su posterior publicación -también para los que permanecen en un cajón, inéditos-, primero he de hacerlo con la pluma y, una vez revisado, pasarlo al ordenador y archivarlo. La comunicación con la pluma, pues, es esencial para mi libertad de expresión ya que, desde su propio tacto, hasta la rapidez y elegancia con que puede ir dibujando en un folio las palabras, supone para mí una intima esencia a la que no estoy dispuesto a renunciar.
Hablar bajo
Aunque no debo de ser muy consciente de ello, por los comentarios que me llegan, más de un contertulio y allegado me dice que hablo con voz muy baja, apenas perceptible, con lo cual el interlocutor, la mayoría de las veces, le pongo en la obligación de preguntarme de nuevo por lo que quiero comunicarle. Me imagino que de ahí se deriva el rechazo casi indisimulable que siento por las personas que vocean.
Bueno... casi sin darme cuenta, he finalizado mi agradable tarea. Ahora, para que la creativa cadena no se rompa, paso el sugestivo relevo a los siguientes: