El teatro de la vida
De los variopintos personajes que conforman el, a veces, patético teatro de la vida -donde nunca cae el telón- hoy quisiera rescatar para estas líneas al capataz franquista que aún pervive en muchos ámbitos.
Éste personaje se suele ubicar en la mitad del escalafón piramidal, a medio camino entre la eterna gloria que espera de su inmediato superior y las dentelladas foribundas que le endilga a cualquier mandado; no ya que se le aproxime, sino que interfiera en su singladura de comodidad y peloteo, o fingimiento y posterior desmán. Zote con suerte, el personaje en cuestión vive a expensas de otros y ejerce sobre ellos un fascismo sublime y brutal, aunque la apariencia mostrada sea la de un demócrata convencido de los de toda la vida. Él rinde cuentas y respeto desde su escalafón, hacia arriba. Desde su escalafón, para abajo, donde dijo digo, dice Diego; esto es, todo se le antoja vulgar plebe, meros objetos para utilizar en su propio provecho y conveniencia.
El peligro de estos comportamientos no es baladí, ya que pueden avanzar con sigilo desde sus protegidas trincheras y extender el mal allá donde vayan. Viven agazapados en despachos, oficinas, entornos laborales... y parece que la convivencia, la solidaridad entre personas, el trabajo en grupo, la empatía, la democracia puesta en práctica, el diálogo constructivo y la ética en el fondo y en las formas, no va con ellos. Y lo peor de todo es que muchos, debido a su lealtad perruna, son amparados por otros resabiados personajes que gozan, con esta complicidad, de mejores y perfectos servicios.
Si se descubren muchos de esta calaña, pertenecientes a la misma tribu, mal vamos para dotar de mayor y mejor calidad a la democracia. Un ciudadano demócrata, participativo y cívico, es mucho más que todo eso...
El peligro de estos comportamientos no es baladí, ya que pueden avanzar con sigilo desde sus protegidas trincheras y extender el mal allá donde vayan. Viven agazapados en despachos, oficinas, entornos laborales... y parece que la convivencia, la solidaridad entre personas, el trabajo en grupo, la empatía, la democracia puesta en práctica, el diálogo constructivo y la ética en el fondo y en las formas, no va con ellos. Y lo peor de todo es que muchos, debido a su lealtad perruna, son amparados por otros resabiados personajes que gozan, con esta complicidad, de mejores y perfectos servicios.
Si se descubren muchos de esta calaña, pertenecientes a la misma tribu, mal vamos para dotar de mayor y mejor calidad a la democracia. Un ciudadano demócrata, participativo y cívico, es mucho más que todo eso...
12 Comments:
Vamos... que ni que conocieras a mi encargado, es su propia radiografía. Es increible que todavía existan tipos así, pero los hay por cientos.
Saludos.
Buen retrato sociológico... o etológico, no sé.
Y como dicen, de haberlos ailos...
Saludos,
Gemma
Es una muy buena radiografía de lo que acontece a diario en algunos lugares. He de darte toda la razón.
Yo, que aunque actualmente vivo en Granada he nacido y vivido muchos años en un pueblo muy pequeñito, he visto muchos personajes de este particular "gremio"; residuos todos ellos de una tiranía que se resistió (y se resiste) a marcharse. Por suerte para el mundo y desgracia para ellos la vida avanza de manera desbocada; y la sociedad y su cultura pasan por encima de ellos sin mirar atrás en ningún caso.
Hay esperanza... o eso debemos pensar.
Completamente de acuerdo.
Un abrazo Diego.
Hay todavía un caso peor: cuando el capataz es invisible, cuando es una creación, una fantasía o un temor insuperable. Cuando es un fantasma que alguien se autocrea con lastimosas consecuencias.
Para mí que clavijo, desde su anonimato fugaz, debe de ser uno de esos capataces. Yo, desde luego, los sufro casi a diario, y desde luego no son invenciones de mi mente.
Me siento muy identificada con el post, porque es lo que sucede en muchos lugares de trabajo y máxime si eres mujer. Capataz franquista, por lo tanto, es una buena definición para estos seudo demócratas que viven a costa de los que tienen por debajo.
Un saludo.
Capataces franquistas quedan todavía muchos y, desde luego, en cualquier rincon de la ciudad; de las ciudades. Esperemos que no se multipliquen.
Estoy completamente de acuerdo con la reflexión. Fiel reflejo de lo que sucede en muchos lugares, aunque de manera silenciosa y soterrada.
Muchas gracias, Diego, por pasarte por mi blog.
Te he linkeado en mis enlaces socialistas.
Muchos besos... volveré por aquí a menudo.
Y más triste aun cuando ni siquiera es precisa la precensia del capataz por que los propios compañeros ejercen como tal movido por las envidias y la desconfianza.
Y como dice Virginia, los hay por cientos (capataces y rastreros).
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